Según una creencia popular entre los judíos de Europa oriental el “dibuk” es el alma de alguien fallecido que se introduce en el cuerpo de una persona viviente, obligándola a comportarse como “otro” y hablando a través suyo con una voz diferente e inquietante. Este alma tendría pendiente asuntos sin terminar en el mundo de los vivos: un juramento incumplido, una tarea a la que estaba destinada y no pudo realizar por una muerte prematura, algún terrible pecado para expiar. Es así que no puede acceder al más allá, porque todavía sigue atada en el acá a lo que debe (o se le debe). Pero tampoco pertenece más, como fallecida, a este mundo. En su desesperación por hallar un lugar hace presa suya (se “adhiere”) a un cuerpo vivo –que puede ser humano o animal- que alberga así a dos almas que entran en disputa. La autoridad rabínica siempre ha minimizado y desdeñado esta creencia afirmando que casi siempre se trata de casos de desorden o enfermedad mental o de enfermedad a secas. La falta de mención del “dibuk” en las fuentes de la tradición judaica (Antiguo Testamento, Talmud) avalaría esta posición. Con todo, la condena no es absoluta y la doctrina cabalista de la transmigración de las almas (guilgul neshamot) dio base para la imaginación popular. De hecho se propagó la práctica del exorcismo por parte de rabinos “milagrosos”, especialistas en estos casos. La expedición etnográfica que realizó Shlomó An-Ski en las poblaciones judías de Ucrania en 1912 y que recogió valiosos materiales (manuscritos, narraciones, músicas, fotografías, etc.) demostró lo arraigada que estaba esta idea en la gente común. A partir de sus investigaciones escribió lo que se convertiría en la obra maestra del teatro idisch: Der Dibbuk – Twischn tzwei weltn (El Dibuk – Entre dos mundos) en 1916. El “dibuk” es una posesión maligna, pero sería difícil catalogarla como “demoníaca”, ya que se trata simplemente de un alma en pena. También se admite una posesión benigna: el “ibur” (impregnación, embarazo), en la que el alma de una persona piadosa está “preñada” porque otra, que ha accedido a un nivel superior de perfección, se le incorpora para ayudarla a perfeccionarse a su vez. El “ibur” (a diferencia del “dibuk”) está mencionado específicamente en el Zohar (El Libro del esplendor).
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