En la Biblia, el castigo que merece la brujería es la muerte (Éxodo 22:18, “no debes dejar viva a ninguna bruja”). Las hechiceras, según las Sagradas Escrituras, son capaces de convocar una tropa de espíritus; de ahí su peligro.
En Europa, el período moderno de persecución de estas mujeres dañinas (caza de brujas, tribunales de brujería) se alimentó del gran miedo que la brujería generó entre la gente cristiana de aquella época oscura.
Consecuentemente, se ejecutaron cerca de sesenta mil personas. La mayoría fueron colgadas, pero algunas mujeres fueron quemadas en la hoguera. Atadas a un largo poste, se quemaron a las supuestas “brujas” vivas. Especialmente en el temprano período moderno, este castigo fue aplicado a menudo.
En los tribunales de Salem había personas (como el conocido Giles Corey) que rechazaban hablar simplemente porque sabían que no habían cometido ningún mal.
Entonces los apedreaban, sin importar la prueba de su inocencia. Muchas mujeres fueron quemadas en la hoguera simplemente por barrer sus pórticos el domingo o cocinar hierbas en una sopa…
Entre las castigadas encontramos a Juana de Arco. En Estados Unidos también se cometieron ejecuciones similares.
Pero también existieron algunos hombres que protestaron contra la tortura y la persecución de brujas, tales como Johann Weyer, Friedrich Spee y Antón Praetorius.
Cabe señalar que una bruja es una persona, generalmente mujer, que practica brujería. Las hechiceras estereotípicas son comúnmente ancianas traviesas de piel arrugada y sombrero puntiagudo.
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